La Crucifixión, el Greco (Manierismo y el Greco)

 

LA CRUCIFIXIÓN, EL GRECO

El Greco, de nombre real Doménikos Theotokópoulos, nació en la capital de la isla de Creta en el seno de una familia griega de religión católica, y cuyos miembros trabajaban como colaboradores del poder colonial. Se formó como pintor de iconos siguiendo los dictados de la tradición artística tardobizantina, y asimilando parcialmente algunas de las fórmulas del renacimiento italiano. En 1563 ya era maestro de pintura. Tras un viaje de estudios por Italia, se instaló en Roma, donde permaneció hasta 1576-1577, en contacto con el círculo intelectual del cardenal Alejandro Farnesio, que frecuentaban varios religiosos y hombres de letras españoles.



El Greco tendió a proyectar de forma innovadora conjuntos artísticos plurales, en los que se combinaban las esculturas, la arquitectura de los retablos con sus lienzos y otras telas empotradas en muros o bóvedas, concibiéndolos como complejos sistemas formales y visuales que debieron producir efectos fascinantes, ya que hoy en día es difícil encontrar alguno en su estado original.

La crucifixión:

Es una de las obras mejor conocidas de El Greco. Se puede distinguir su firma en la base de la cruz, en minúsculas griegas: “Doménikos Theotokópoulos epoiei”.

Según la autorización que el artista otorgó a Francisco Preboste el 20 de diciembre de 1596 en relación con el retablo de Madrid, parece que no había empezado aún a trabajar en el cuadro. Así, podemos considerar que “La Crucifixión” fue pintada entre principios de 1597y el verano de 1600, fecha en que la obra es transportada a Madrid. Durante los últimos años se ha ido creando un consenso en torno a la hipótesis de que esta obra formaba parte del retablo del Colegio de Doña María de Aragón.

Podemos considerar al Consejo de Castilla como autor del encargo de la obra. Sin embargo, quién concretamente tomó la iniciativa y propuso que el encargo se hiciera a El Greco es algo que ignoramos. El Greco realizó la obra en su taller de Toledo, y el 12 de julio de 1600, el cuadro fue transportado junto a las demás pinturas a Madrid, e instalado en el retablo de la iglesia del Colegio. Permaneció allí hasta la invasión francesa, después, las diversas partes del retablo se dispersaron, hasta que “La Crucifixión” llegó al Museo de la Trinidad, y más tarde, a finales del siglo XIX, al Prado.

Por el retablo completo (concepción arquitectónica, esculturas y siete cuadros), El Greco recibió la considerable suma de 6000 ducados. El Greco se decantó por una crucifixión dotada de pocos personajes. Cristo acaba de morir en la cruz ante el dolor desgarrado de María y la desolación de San Juan. Un cielo oscuro y quebrado por resplandores de tormenta envuelve la escena, convertida en un impactante nocturno que sigue el texto bíblico. El interés por subrayar el alto valor de la sangre de Cristo, tan cuidadosamente recogida, fija el significado eucarístico del tema, en conexión con tradiciones medievales que estaban presentes en la pintura veneciana, en estampas alemanas e igualmente en los medios locales toledanos. El pintor hubo de valerse de algunas de estas fuentes, pero proyectando una versión nueva, sumamente original, marcada por la eliminación de las referencias espaciales, la inestabilidad de las figuras, y la creación de una atmósfera nocturna y claustrofóbica.

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