La Crucifixión, el Greco (Manierismo y el Greco)
LA CRUCIFIXIÓN, EL GRECO
El
Greco tendió a proyectar de forma innovadora conjuntos artísticos plurales, en
los que se combinaban las esculturas, la arquitectura de los retablos con sus
lienzos y otras telas empotradas en muros o bóvedas, concibiéndolos como
complejos sistemas formales y visuales que debieron producir efectos
fascinantes, ya que hoy en día es difícil encontrar alguno en su estado
original.
La
crucifixión:
Es
una de las obras mejor conocidas de El Greco. Se puede distinguir su firma en
la base de la cruz, en minúsculas griegas: “Doménikos Theotokópoulos epoiei”.
Según
la autorización que el artista otorgó a Francisco Preboste el 20 de diciembre
de 1596 en relación con el retablo de Madrid, parece que no había empezado aún
a trabajar en el cuadro. Así, podemos considerar que “La Crucifixión” fue
pintada entre principios de 1597y el verano de 1600, fecha en que la obra es
transportada a Madrid. Durante los últimos años se ha ido creando un consenso
en torno a la hipótesis de que esta obra formaba parte del retablo del Colegio
de Doña María de Aragón.
Podemos
considerar al Consejo de Castilla como autor del encargo de la obra. Sin embargo,
quién concretamente tomó la iniciativa y propuso que el encargo se hiciera a El
Greco es algo que ignoramos. El Greco realizó la obra en su taller de Toledo, y
el 12 de julio de 1600, el cuadro fue transportado junto a las demás pinturas a
Madrid, e instalado en el retablo de la iglesia del Colegio. Permaneció allí
hasta la invasión francesa, después, las diversas partes del retablo se
dispersaron, hasta que “La Crucifixión” llegó al Museo de la Trinidad, y más
tarde, a finales del siglo XIX, al Prado.
Por
el retablo completo (concepción arquitectónica, esculturas y siete cuadros), El
Greco recibió la considerable suma de 6000 ducados. El Greco se decantó por una
crucifixión dotada de pocos personajes. Cristo acaba de morir en la cruz ante
el dolor desgarrado de María y la desolación de San Juan. Un cielo oscuro y
quebrado por resplandores de tormenta envuelve la escena, convertida en un
impactante nocturno que sigue el texto bíblico. El interés por subrayar el alto
valor de la sangre de Cristo, tan cuidadosamente recogida, fija el significado
eucarístico del tema, en conexión con tradiciones medievales que estaban
presentes en la pintura veneciana, en estampas alemanas e igualmente en los
medios locales toledanos. El pintor hubo de valerse de algunas de estas
fuentes, pero proyectando una versión nueva, sumamente original, marcada por la
eliminación de las referencias espaciales, la inestabilidad de las figuras, y
la creación de una atmósfera nocturna y claustrofóbica.
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